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Comunidades Embera en Bogotá: entre el retorno a sus tierras y la integración en la ciudad

Bogotá, septiembre de 2025. La capital colombiana inició un proceso decisivo para más de 1.800 indígenas Embera, quienes tras años de desplazamiento forzado comienzan a preparar su regreso a los territorios ancestrales en Risaralda y Chocó.

El plan, coordinado por la Alcaldía Mayor de Bogotá y la Unidad para las Víctimas, no se limita al traslado físico de las familias, sino que busca garantizar condiciones de seguridad, acompañamiento institucional y articulación con autoridades locales y tradicionales.

Un retorno con enfoque diferencial

La primera etapa contempla la salida de cerca de 800 personas desde el Parque Nacional, mientras que otras 500 partirán desde La Rioja y 450 desde La Florida en los próximos días.

El proceso se realiza de manera escalonada, con apoyo de las alcaldías de Pueblo Rico y Bagadó, las gobernaciones de Risaralda y Chocó, y las autoridades indígenas, lo que lo convierte en un ejercicio de corresponsabilidad territorial.

Desplazamiento forzado: la raíz del problema

La presencia Embera en Bogotá es consecuencia directa del conflicto armado. Según Isabelita Mercado, consejera de Paz, Víctimas y Reconciliación, “el 95% de las familias que llegaron lo hicieron huyendo de la violencia hace entre tres y cinco años”.

Este desarraigo prolongado ha generado desafíos sociales, culturales y económicos tanto para las comunidades como para la ciudad que las acogió.

Opciones para quienes no regresan

Aunque el plan se enfoca en el retorno colectivo, se han identificado casos de personas que, por razones de seguridad, no pueden volver. Para ellas, la Alcaldía ha dispuesto una ruta de integración local con enfoque étnico, orientada a ofrecer soluciones en vivienda, educación, salud y oportunidades de empleo.

Más allá del traslado

Este proceso representa un paso significativo en la búsqueda de soluciones duraderas para las comunidades indígenas desplazadas. Al mismo tiempo, plantea retos sobre cómo garantizar el respeto a sus derechos, la preservación de su cultura y la protección de sus territorios frente a nuevas amenazas.

Con el inicio del alistamiento el pasado 2 de septiembre, Bogotá marca un nuevo capítulo en la relación con la población Embera: un camino que combina retorno digno y permanencia con garantías.