
Con el reciente fallo de la Tribunal Superior de Bogotá que absolvió en segunda instancia al expresidente Álvaro Uribe, el panorama político de cara a las elecciones de 2026 experimenta un giro de timón. No se trata sólo de una victoria jurídica para Uribe, sino de una reconfiguración estratégica al interior del Centro Democrático: discursos, roles, listas y alianzas están siendo redefinidos.
Un nuevo aire, viejas certezas
El fallo —más de 700 páginas que invalidan la condena previa— le devuelve a Uribe un espacio simbólico y operativo. Eso sí: su protagonismo electoral debe calibrarse en clave de partido. Al interior del Centro Democrático queda claro que él sigue conservando la voz final, pero su rol exacto en la campaña aún está en discusión.
El debate se centra en dos frentes:
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Primero, ¿participará Uribe en la lista al Senado (renglón 25 como estaba meses atrás previsto)? Esa decisión parece casi hecha, aunque no oficial.
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Segundo, ¿tomará un papel activo en la campaña presidencial de 2026? Ya surgieron voces dentro del partido que lo colocan como fórmula vicepresidencial, aunque él mismo descartó esa opción hace algunos meses.
Esta doble ventana —legislativa y ejecutiva— revela que el Centro Democrático no sólo festeja la absolución: busca capitalizarla para fortalecer su base, recomponer su narrativa y volver a aspirar a una victoria contundente en el Congreso y, por qué no, en la presidencial.
Listas al Senado y estrategia para las tres millones de papeletas
La recuperación del protagonismo va también de votos y curules. Con la absolución, el partido retoma con fuerza el plan de superar los 2 millones de votos de 2022 para llegar a la meta de 3 millones y obtener al menos 27 escaños en el Senado. El renglón 25 —posición clave para Uribe— volvería a entrar en el tablero estratégico.
Pero que Uribe esté en la lista no significa que asuma un papel tradicional de candidato. Si lo hace, su perfil, visibilidad y agenda electoral deben ajustarse al contexto del partido: una figura que inspira, moviliza electorado y define alianzas, más que encabezar una campaña personal. De hecho, fuentes del partido adelantan que la definición sobre renglón y funciones se conocerá una vez se consolide el mecanismo de selección del aspirante presidencial.
¿Candidato único en puerta? Reglas, encuesta y coalición
El Centro Democrático se mueve hoy sobre tres ejes básicos para 2026:
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Encuesta interna o externa: ya existe un acuerdo interno para realizar una encuesta que decida quién será el candidato presidencial del partido; la discusión es si se hará con una firma nacional o internacional —y si una sola o tres firmas.
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Precandidatos oficiales: entre los nombres que suenan están María Fernanda Cabal, Paola Holguín, Paloma Valencia, Andrés Guerra y Miguel Uribe Londoño.
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Coalición más amplia: Uribe promueve que el candidato salga fortalecido de una alianza de derecha mayor, no sólo del partido, apuntando a una victoria en primera vuelta.
Estos tres frentes —cómo definir al candidato, quién será, y con qué socios— definen el pulso interno del partido. Por su parte, la absolución de Uribe introduce un nuevo elemento de legitimidad en ese ejercicio.
Riesgos e incógnitas que siguen en el aire
Aunque el panorama luce más favorable para el Centro Democrático, los desafíos no han desaparecido. Entre ellos encontramos:
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El papel de Uribe: ¿Se quedará en segundo plano como “maestro elector”, o asumirá un protagonismo mayor? Esa decisión condicionará la dinámica interna.
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Control de expectativas: anunciar grandes metas (3 millones de votos, 27 curules, victoria presidencial) genera presión; tener que ajustar luego esos números podría debilitar la narrativa.
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Credibilidad y renovación: la colectividad tiene que demostrar que no es sólo la prolongación de una sola figura, sino que cuenta con relevo, movilización social y nuevas ideas.
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Competencia externa y contexto nacional: la oposición y el centro político también se reconfiguran, y una eventual gran coalición de derecha —más allá del Centro Democrático— implicará concesiones estratégicas.
La absolución de Uribe no es un punto final, sino un punto de partida para el Centro Democrático de cara a 2026. El partido aprovecha una ventana de oportunidad para recomponerse, reescribir su historia electoral y lanzar una ofensiva política con múltiples frentes. El reto será materializarlo sin depender exclusivamente de la figura fundacional, sino construyendo músculo electoral propio, articulando alianzas y mostrando credibilidad para una mayoría más amplia.
En los próximos meses, la lógica será clara: quien domine la lista al Senado, quien se gane la encuesta presidencial, y sobre todo, cómo Uribe decide moverse dentro y fuera del partido, marcará el mapa electoral que definirá la derecha colombiana en 2026.








