
Por: Lorenzo Portocarrero Sierra – Director Ejecutivo ACIET
El momento de la educación T&T ha llegado
Llegó el momento de la nueva ola de la educación Técnica y Tecnológica -T&T-, puerta de entrada hacia la formación en educación superior, regulada por la Ley 30 de 1992 y demás normas que la rigen, siendo esta distinta a la formación para el trabajo y el desarrollo humano; dado que, en muchos casos, suele confundirse.
Por ello, es pertinente no solo disertar en las peroraciones pancistas, que finalmente concluyen en retóricas interminables y discusiones eternas —muchas de ellas sin sentido— que infieren la poca valoración del impacto de esta clase de formación en el contexto nacional e internacional, sino reconocer de facto, de manera seria y formal, la importancia de la formación T&T y sacarla de ese laberinto conceptual de “segunda categoría”, “educación sin prestigio”, “opción secundaria de estudio”, “de menor nivel”, al igual que el señalamiento a las instituciones de educación superior -IES- que la imparten, sobre todo, las que no tienen categoría académica de universidad, desconociendo erradamente que estas también ofertan educación T&T.
Este artículo destaca y enfatiza la importancia de la nueva ola de la educación T&T en el concierto del sistema mixto de la educación superior del país, que desde luego impacta los pilares de la fragmentada economía nacional en el marco de la cobertura de la educación superior colombiana.
Breve reseña de la educación técnica y tecnológica en Colombia
Es innegable cómo la educación T&T en Colombia ha liderado un fuerte desarrollo desde la mitad del siglo XX, cuando el país comenzó a estructurar un sistema educativo que respondiera a las necesidades del crecimiento industrial y la modernización del aparato productivo. Con la expansión de sectores estratégicos como la manufactura, la construcción, el comercio y los servicios en las décadas de los 60 y 70, surgió una demanda urgente de talento humano con formación técnica y tecnológica que pudiera desempeñar roles clave en la cadena de valor de las empresas.
En respuesta a esta necesidad, el Estado impulsó la creación de instituciones especializadas que ofrecieran programas de corta duración con un enfoque práctico, adaptados a las exigencias del mercado ocupacional.
El punto de inflexión para la consolidación de la educación T&T dentro del sistema de educación superior se dio con la promulgación de la Ley 30 de 1992. El Decreto 80 de 1980, por medio del cual se organizó el sistema de educación postsecundaria o educación superior, delineó algunos aspectos importantes denominando a la educación T&T como formación intermedia profesional y tecnológica con las particularidades del momento.
La legislación de la educación superior de 1992 y el Artículo 213 de la Ley 115 de 1994 establecieron un marco normativo claro, reconociendo oficialmente la formación T&T como parte integral del sistema. Con estas normativas, se promovió la articulación de los programas técnicos y tecnológicos con los universitarios, sentando las bases para la educación por ciclos propedéuticos y permitiendo la movilidad académica de los estudiantes.
Sin embargo, a pesar de este avance, el reconocimiento y posicionamiento de la educación T&T ha enfrentado múltiples retos y desafíos.
Barreras de percepción social
Sin duda, el principal obstáculo ha sido la percepción social arraigada de que la educación T&T es una opción de menor prestigio en comparación con la educación universitaria. Este sesgo ha sido impulsado por un modelo educativo tradicionalmente centrado en la formación universitaria como la vía principal para el éxito profesional.
No obstante, en los últimos años, las instituciones que ofrecen programas técnicos y tecnológicos han redoblado esfuerzos para cambiar esta percepción. Han fortalecido sus programas académicos, generado alianzas con el sector productivo y promovido estrategias de inserción laboral para demostrar la pertinencia y el impacto positivo de la formación T&T en la economía.
Además, con la globalización y el avance de la tecnología, el mercado laboral ha comenzado a valorar cada vez más las competencias prácticas y especializadas que caracterizan a los egresados de estos programas técnicos profesionales y tecnológicos.
La educación T&T, lejos de ser una opción de menor valor, se ha convertido en una respuesta y apuesta clave para las necesidades de competitividad y productividad del país.
Cifras que respaldan el impacto
Respecto a la cobertura T&T en el sistema mixto de la educación superior del país, no es cosa menor leer que, de la cobertura total con corte al 31 de diciembre de 2023 —equivalente a 2.475.833 estudiantes o el 55,4%— la educación técnica y tecnológica representaba el 27,3%, es decir, la no despreciable cifra de 675.127 proyectos de vida.
Esta es una muestra irrefutable de que estamos frente a un claro compromiso nacional con la formación de esta categoría académica. Hoy, con el poco apetito por los programas de formación clásica de cinco años y como las microcredenciales están definiendo la educación, la formación T&T bien direccionada se convierte en la nueva ola de la formación, y muy seguramente, en bálsamo para la sostenibilidad en materia de cobertura del sistema colombiano de educación superior.
Una mirada internacional a la educación T&T
Mientras en Colombia la educación T&T ha sido subvalorada por años, en otros países este tipo de formación se ha convertido en una columna vital del desarrollo económico y social.
Modelos exitosos como los de Alemania, Canadá, Japón y algunos países de América Latina han demostrado que la educación T&T puede y debe ser altamente eficiente para la formación de talento humano especializado, la disminución del desempleo y el robustecimiento de la productividad nacional.
Alemania, con su modelo de educación dual, ha logrado una efectiva integración entre formación académica y práctica empresarial. Japón ha hecho de la educación técnica una estrategia desde la secundaria. Canadá ha consolidado a sus colleges como verdaderos motores de formación especializada. Brasil y México han fortalecido sus sistemas mediante institutos federales y estructuras articuladas con el sector industrial.
Lo que Colombia puede aprender
Colombia tiene una gran oportunidad de adaptar estrategias exitosas de estos países para fortalecer su educación T&T. La clave está en tres ejes principales:
- Mayor articulación con la industria
- Promoción efectiva de la educación dual
- Mayor inversión en innovación y tecnología
Aunque hay avances, aún queda mucho camino por recorrer para posicionar esta formación como una alternativa de alto valor dentro del sistema educativo nacional.
Impacto en el mercado laboral
Uno de los mayores beneficios de la formación T&T es su capacidad para facilitar la rápida inserción laboral de sus egresados. Estudios del Ministerio de Educación Nacional y el DANE demuestran que presentan tasas de empleabilidad superiores a varias carreras universitarias tradicionales.
Además de mejorar la empleabilidad, la educación T&T reduce el desempleo juvenil y genera formalización laboral, lo cual repercute positivamente en sectores como la industria 4.0, energías renovables, digitalización e innovación tecnológica.
Una reflexión necesaria
La educación T&T en Colombia debe ser reconocida seriamente como un pilar estratégico para el desarrollo del país, como opción académica de alto valor que contribuye a la competitividad, la equidad y la inclusión social.
No se trata de una alternativa de menor categoría, sino de una vía esencial para formar talento humano altamente capacitado. Es urgente superar los prejuicios que han menospreciado históricamente esta formación, y trabajar por su consolidación como motor de progreso.
Desde ACIET, reafirmamos indeclinablemente el compromiso con la promoción y el fortalecimiento de la educación T&T, formación que desde 1972 dio vida legal al gremio y su sigla así lo declara.
Bajo la perspectiva nacional, la educación T&T afronta grandes desafíos: infraestructura, ampliación de oferta académica, articulación con el sector productivo, acceso, financiamiento y, sobre todo, una política pública clara que la priorice.
Urge una transformación cultural en su percepción, apoyada por estrategias de comunicación, testimonios de éxito y voluntad política real. El país requiere un modelo robusto liderado por expertos del sector productivo, no por predicadores retóricos sin impacto real.
Solo así se consolidará una nueva ola de formación T&T, en la que empresas y sociedad civil jueguen un papel determinante en su legitimación y desarrollo. La corresponsabilidad con la juventud exige dejar de ver los toros desde la barrera, y entrar con ellos en la propia arena.
LA NUEVA OLA DE LA EDUCACIÓN T&T NOS COMPETE A TODOS.